Sierra de Chamá

domingo, 14 de julio de 2013


Hemos llegado a un mundo
olvidado por los aviones y los pájaros. 

Durante varios meses
nuestra pequeña tropa arrastró por la selva
su aparatosa impedimenta:
tres mástiles de navío,
trapecios de volatín y una carpa en harapos,
dos elefantes viejos,
una ballena con la cola maltratada por la ingratitud de la materia
y demás artefactos que generan júbilo.

Quienes sobrevivimos al último diluvio
hemos aprendido a orientarnos por los recuerdos,
porque del sol hace ya muchos meses que no se tiene noticia,
y para ver a Orión describiendo en el cielo sus piruetas
de aeroplano melancólico
es necesario esperar la vejez del verano. 

Sin embargo,
nunca un puñado de bolcheviques con lombrices
había estado tan cerca de tumbar la ley endurecida
que gobierna la hechura de toda mercancía. 

Dos cosas más aprendimos en la lluvia:
cualquier sed tiene derecho cuando menos a una naranja grande
y toda tristeza a una mañana de circo,
para que la vida sea, alguna vez, como una flor
o una canción. 


Mario Payeras
Guatemala

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